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Fernando Villavicencio: La Flor de Loto que siempre emergerá

Florecer en la adversidad

Papi nació en Alausí, con el trigo en el pelo, las montañas más lindas como guías, y un corazón amable y gentil. El “Coco de Oro”, como le decían los vecinos de la zona, nació para ser grande.  Y aunque sus ojos siempre vieron poesía y belleza en la vida, tuvo grandes pérdidas que delinearon el carácter de este gran Titán de la justicia. Creo que la primera sería cuando le arrebatan a su torito colorado, su amigo, fiel compañero de un niño campesino al que la injusticia se le aparece como una motivación. Mirando al monte Cisarán entiende que su único camino es hacia la verdad y la luz.

Fernando creció en un entorno hostil y, a menudo, tuvo que buscarse la vida por sí mismo. A pesar de ello, conservó su corazón compasivo y su deseo de compartir y ayudar a los demás, siendo generoso y desinteresado sobre todo con sus parientes, incluso cuando la vida también era difícil para él. 

Fernando demostró desde muy joven su valentía y determinación. Debió migrar a la capital, y allí se dedicó a trabajar y estudiar. Una de las historias más interesantes era la de que Papi se subía a los buses a compartir su «Prensa Obrera», un periódico armado de manera artesanal en el que él mismo y otros compañeros escribían, con convicción en su propia rebeldía y en su capacidad para marcar la diferencia. 

A lo largo de su vida, enfrentó desafíos y luchó por lo que creía que era justo, siendo a menudo incomprendido por aquellos que no compartían su corazón compasivo y sus valores virtuosos.

Una familia que se extendió más allá de la sangre

El camino de buscar y compartir la verdad puede resultar ingrato y solitario, con suerte Fernando fue encontrando amigos artistas y activistas que desde su trinchera fueron parte de una permanente formación social y política que lo ha acompañado en toda su trayectoria. A sus 26 años, nació Amanda, su primera hija, y finalmente encontró un corazón como el suyo. La llegada de Amanda marcó un cambio significativo, y ya no volvería a enfrentar al mundo en soledad. Se convirtió en padre, le nacieron raíces y se hizo gigante. 

Seis años después, nací yo, Tamia, y dieciséis años después de mi nacimiento, llegó Martín para completar esta poderosa descendencia que ahora llevará su legado con orgullo. Sin embargo para Fernando, su familia no se limitaba a su propia sangre, se extendía más allá de los lazos biológicos, abrazando a todos aquellos que compartieran sus valores y su deseo de justicia.

La entrega por la Patria

Fernando Villavicencio dedicó su vida a una causa más grande que él mismo: la Patria. Con alegría recuerda mi ñaña cuando en una de sus aventuras por los derechos de los trabajadores, mi papi junto a algunos de sus compañeros de lucha, hicieron una campaña que se llamaba “Por la patria hasta la vida”, en esa ocasión, una Amandita de 4 años, con un trajecito tricolor era la Niña Patria, esa por la que seguro, lo daría todo.  

Desde siempre Papi estaba incomodando gobiernos y corruptos, que en muchas ocasiones es lo mismo, así que las amenazas y violencia política la conocimos desde muy pequeñas. Todos buscaban silenciarlo de una u otra forma, pero él siempre encontró el modo de ser valiente y denunciar la corrupción desde el periodismo, el activismo social y la participación activa en la política. 

Papi siempre supo que su compromiso con la justicia y su lucha contra la corrupción y la impunidad eran una parte fundamental de su papel como padre y ciudadano. Recuerdo sus conversaciones cuando nos hablaba de su firme creencia en que mientras existiera injusticia, él debía hacer ruido y tomar medidas. Nunca se calló y aunque enfrentó allanamientos, persecución, y la separación obligada de la familia, se mantuvo firme en su ideal de “Escribir en la Victoria”.

Su legado como padre no se basó en posesiones materiales, sino en principios sólidos y una dedicación incansable a la causa de la justicia; enseñarnos a confiar en que nuestro corazón es la brújula para cuidar, cada vez mejor, la gran patria, la humanidad. Cultivar la idea de que cada uno de nosotros es mucho más de lo que pensamos, que somos capaces de soñar con un mundo sano y en constante evolución. Donde la corrupción debe ser limpiada desde el corazón, con arte, educación y justicia social. 

La pérdida y la traición

La partida de Fernando Villavicencio deja un vacío en nuestras vidas. Pero lo que duele aún más es presenciar cómo algunas personas quieren aprovecharse de su nombre y su legado para sus propios intereses.  

Lo más grotesco e hiriente ha sido ver cómo por parte de la familia ha habido abuso de poder, machismo, y violencia. Ahora sentimos que algunos parientes y ciertos “amigos” buscan su propio beneficio. Me duele porque ni pasando un día de su muerte, ya estaban buscando feriar su cuerpo, su nombre y las poquitas cosas que tenía. 

Donde esperábamos encontrar consuelo, una red de apoyo y un espacio seguro para transitar esta gran pérdida, hallamos atropello, dolor e indignante  re victimización. Sin embargo no nos sorprende, lo vemos como un patrón recurrente que estas personas perpetuaron sobre la vida de mi padre. Realmente ver que ahora estas personas están intentando tomar poder es graciosamente patético. 

Fernando siempre nos enseñó que la confianza se construye a través de acciones, no de palabras vacías. Él confiaba en unas pocas personas de manera inquebrantable, y nosotras aprendimos esa lección. Ver cómo algunos se aprovechan de su nombre y su legado es una afrenta a su memoria y a todo lo que él representa. Pero no tendrán éxito, las palabras de mi padre fueron muy claras.

“Cualquiera que intente tomar poder en mi nombre, para sus propios intereses, va a caer”. 

La lucha por la justicia

La partida de Fernando Villavicencio no solo deja un dolor profundo en nuestras vidas, sino que también desencadenó una serie de eventos que nos llevaron a enfrentar la verdadera naturaleza de la injusticia en el mundo. 

Ni las miserables balas podrán silenciar su potente voz, sus ideales ni su hermosa mente. Lo irónico es que el gatillero resultara muerto poco después, demostrando las fallas en los procesos de seguridad de la Policía Nacional, esta incoherencia y la injusticia que la rodea son difíciles de comprender y de aceptar. Por esto permaneceremos vigilantes para llegar a la verdad y responsabilizar a los culpables, entendiendo que esto es una carrera de resistencia que seguiremos hasta el final.  

Sin embargo, lo que consuela nuestra rabia es la certeza de que aquellos que participaron en este acto vil no podrán volver a dormir con tranquilidad y que el legado de Fernando ya caló profundo en millones de ecuatorianos que no descansaremos hasta encontrar la verdad. Dentro de toda esta vorágine, poder sentir el amor desinteresado de gente que fue tocada por el sueño de nuestro padre nos motiva a continuar. 

La memoria de Fernando y su búsqueda incansable de justicia continúan vivas en nuestros corazones y en la conciencia de todos los que lo conocieron y pudieron volver a soñar con un Ecuador sin mafias ni miedo, un Ecuador Valiente. 

El legado de Fernando Eterno

A pesar de la oscuridad y la turbulencia que rodean su partida, Fernando Villavicencio renace como la Flor de Loto. Su legado perdurará en los corazones de sus hijos y en todos aquellos que lo consideraban una inspiración. Su vida fue un ejemplo de valentía, compasión y dedicación a una causa mayor que él mismo.

Fernando Villavicencio fue la voz de millones que estuvieron en silencio y nos mostró el camino a seguir; un faro de luz en medio de las tinieblas de la corrupción y la impunidad; un niño del campo que siguió su corazón hasta el infinito. 

Si debiera escoger una de sus frases para resumir su legado sería: «Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizás no merezcamos existir», que nos recuerda que la memoria de Fernando y su compromiso con la justicia vive en cada uno de nosotros.  Su Flor de Loto seguirá emergiendo, y su influencia continuará moldeando un mundo más justo y compasivo para todos. 

Gracias Fernando, papito eterno, por ser esa flor valiente en medio de tanta oscuridad. Gracias por sembrar en nosotros la valentía de seguir más juntos que nunca en este sueño de justicia y compasión, ya somos árboles, fuertes y enormes que cuidarán tu legado para siempre.

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